Severo Ochoa nació en Luarca, Asturias (España) el 24 de Septiembre de 1905, y fue galardonado con el premio Nóbel de Medicina en 1959.
Severo Ochoa ya quería seguir los pasos de Ramón y Cajal cuando, en 1922, se matriculó de Medicina en la Universidad de Madrid.
Sin embargo, los dos sabios no llegaron a conocerse.
Al terminar la carrera de Medicina, Ochoa prosigue su etapa formativa buscando, en todo momento, trabajar junto a excelentes maestros, en ambientes científicos de excelencia.
Así, entre otros, trabaja con Otto Meyerhof (Premio Nobel de Medicina, en 1923) en Berlín, en el mismo Instituto donde también trabajaba Otto Warburg (Premio Nobel de Medicina, en 1931).
Más tarde, trabajaría en Londres con Harold Dudley y Henry Dale (Premio Nobel de Medicina, en 1936), y finalmente, en el Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina de St. Louis, Missouri, con el matrimonio Carl y Gerty Cori (Premios Nobel de Medicina).
Estas estancias en el extranjero estuvieron intercaladas con alguna otra en Madrid, donde llegó a ser Director de la Sección de Fisiología del Instituto de Investigaciones Médicas que dirigía el Dr. Jiménez Díaz.
En 1931, durante una de esas estancias en España, se casó en Covadonga con la gijonesa Carmen García Cobián.
En Septiembre de 1936, el matrimonio Ochoa abandonó España en busca de otros lugares más propicios para hacer la clase de Ciencia con la que Ochoa soñaba.
Ochoa estudio una rama llamada enzimología.
Esta rama de la bioquímica estudia el comportamiento de las enzimas, un tipo de proteínas (sustancia) que regulan las reacciones químicas y que se encuentran dentro de la célula en el citoplasma.
Lo que realmente hacen es acelerar las reacciones químicas que se producen en la célula, e incluso muchas de las reacciones ni siquiera se darían si no fuera por las enzimas (como cuando añadimos levadura al pan para que tenga mas volumen en mucho menos tiempo).
No olvidemos que estas reacciones son importantísimas para la vida de la célula.
Hay miles de enzimas diferentes, pero precisamente un trabajo con una de ellas, la polinucleótido-fosforilasa, le valió el premio Nóbel a Severo Ochoa en 1959.
Gracias a esta enzima, Ochoa consiguió, por primera vez, crear en un tubo de ensayo cadenas de ARN, las moléculas que se encargan de llevar una copia de la información del ADN desde el núcleo de la célula hasta el citoplasma, donde esas instrucciones se transforman en proteínas.
Es decir descubrió el desciframiento de la clave genética.
Así, el día 15 de Octubre de 1959, a la una de la tarde, en el Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York se recibía, desde Estocolmo, un telegrama dirigido al profesor Severo Ochoa, donde le comunicaban que había sido galardonado con el premio Nóbel.
Este premio, lejos de significar la meta final de sus ambiciones científicas, le estimuló para que en cinco años, en dura competencia con los laboratorios de Marshall Nirenberg y de Gobind Khorana, lograra el completo desciframiento de la clave genética.
Sus descubrimientos fueron la clave que abrió las puertas de la Ingeniería Genética, de las técnicas de clonación y más recientemente, del nacimiento de Dolly, la primera oveja clonada.
Acabaremos con una frase suya muy famosa:
«Pocas veces he sentido emoción más intensa que cuando creí haber hecho descubrimientos de alguna transcendencia»
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